Los objetos especiales del chamán

Los elementos que utiliza un chamán (o un terapeuta energético, o un facilitador de prácticas de conciencia), son especiales. Cada disciplina utiliza objetos diferentes, pero esto vale para todos: los altares y tambores del chamán, los péndulos del reikista, los cristales del gemoterapeuta, los cuencos y gongs del terapeuta sonoro…

Pero no es que sean especiales en sí mismos, sino por una razón mucho más trascendente:

Son especiales por el vínculo que esa persona ha forjado con ellos.

Muchos de estos objetos, fueron creados por él o ella. Imaginemos el camino que recorrieron:

Esta persona ha tenido la necesidad de un objeto para sus prácticas, ya fuera que un paciente lo solicitó («quisiera incorporar sonidos ancestrales a esto que hacemos, ¿vos usás instrumentos ancestrales?»), o fue un guía quien lo indicó (en un viaje de tambores, meditación o durante una sanación).

Así, el chamán, terapeuta o facilitador, se embarcó en la tarea de tener ese objeto para cubrir esa necesidad de su paciente.

Pensó la mejor manera de construirlo, preguntando a sus maestros, buscando información, pidiendo asistencia…

Luego tuvo que buscar los materiales más adecuados para componerlo. Tal vez tuvo que buscar algún elemento durante meses, visitando distintos lugares (ya sea en la Naturaleza, o bien en tiendas especializadas), esperando condiciones particulares (cierta estación, por ejemplo, o que el proveedor tuviera en stock).

Entonces, tuvo que construirlo: los elementos básicos, las materias primas, convirtiéndose en un objeto singular. Tuvo que tener paciencia si era la primera vez que lo hacía; si algo salía mal en el proceso, rediseñarlo y volver a empezar…

Ya creado un objeto funcionalmente apropiado, lo consagró a la tarea que le encomendaría: sanar, asistir, acompañar, proteger… Y a partir de entonces, comenzó a utilizarlo siempre con un propósito de sanación, de búsqueda de medicinas y verdades.

Esa necesidad original, inició un proceso que, finalmente, dio nacimiento al objeto. Los objetos se van «cargando» de esa energía, de ese intento, y así es como se vuelven especiales.

Todo esto nos invita a reflexionar acerca de dos cosas:

En primer lugar, sobre esos supuestos objetos «poderosos», «mágicos» o «especiales» que nos acercan algunas personas.

¿Cuál es el viaje que hizo ese objeto, desde la necesidad que lo originó, su concepción, su construcción, su consagración? ¿Es coherente para mí el proceso que lo creó?¿Quién lo trajo al mundo? ¿Comparto mi cosmovisión con esa persona? ¿Sé algo sobre esto, o simplemente confío en el comerciante que me lo vende?

En segundo lugar, todo esto nos invita a reflexionar sobre los seres humanos. Porque nosotros también seguimos ese proceso: hay una necesidad en la comunidad que hace que el Gran Misterio decida crearnos, entonces elige los mejores elementos para formarnos, siguiendo un misterioso plan que se basa en la necesidad que habremos de cubrir, y cuando estamos listos, nos consagra dándonos la vida. Y a lo largo de la vida, nos vamos potenciando con esa energía del propósito que nos trajo al mundo.

Todas las personas somos «especiales», en este sentido: somos únicos, y hemos venido al mundo porque la comunidad tiene necesidades que nosotros podemos cubrir.

JSMB

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