Iluminar

Transitando la Onda Encantada del Sol, tomamos la clave que este kin nos sugiere: iluminar. Pero entonces nos preguntamos ¿qué es iluminar?

Iluminar una cosa es poner luz sobre ella. Hablamos de iluminar, por ejemplo, una habitación, y decimos «encender la luz», para poder ver. ¿Ver qué? Cosas que hay allí, y que, sin esa luz, no podíamos ver.

Lo mismo se aplica a nuestro mundo interno: iluminar un área (por poner un ejemplo, nuestros miedos) es poner luz sobre ellos, para poder ver con mayor claridad. Esto abre nuevas posibilidades de comprensión, pero sobre todo de acción, ya que, al ver más, podemos decidir con mayor libertad qué hacer.

Iluminar es llevar luz hacia las áreas oscuras de nuestro ser, de nuestro mundo interno pero también de nuestra vida cotidiana, para poder comprender, para poder trascender, para poder sanar.

¿Hacia dónde dirigir la luz?

En el escenario de un teatro, nuestra atención va allí donde la luz ilumina, y no observamos lo que está en sombras. Los reflectores nos indican dónde mirar (y, por ende, dónde no mirar). ¿Cuáles son los «reflectores» de nuestra vida cotidiana?

Muchas veces, la comodidad, la costumbre, las indicaciones de la televisión o de nuestros vecinos, nos dicen dónde mirar y dónde no, qué es importante y qué es una pérdida de tiempo. Y nosotros seguimos haciéndolo, seguimos poniendo la atención en esas direcciones, repitiendo patrones aprendidos, dejando que –al menos en apariencia– otros decidan por nosotros.

Debemos recuperar el comando sobre hacia dónde llevamos luz en nuestras vidas. Debemos recuperar la conciencia de que siempre somos nosotros los que elegimos, incluso cuando elegimos seguir un consejo, indicación o pauta. Si permitimos que otros nos digan dónde poner la atención (ya sea ese compañero de trabajo o la voz de nuestros padres en nuestra mente), estamos en realidad «decidiendo no decidir». Y decidir es, en términos simples, la mayor atribución de nuestro ser.

Entonces, ¿Sobre qué aspecto de tu vida estás buscando llevar luz?

Jaime San Martín Barzi

 

Tiempo de dragones

En los tiempos que corren, los dragones están volviendo a estar «a la moda»: películas, libros, series televisivas, por todos lados vemos a estas criaturas aladas, reptiles cubiertos de escamas que, muchas veces, arrojan fuego por la boca. ¿Y por qué será que están volviéndose tan visibles en esta época?

El dragón nos transporta a una dimensión mítica, fantástica, donde lo imposible se vuelve posible; estas criaturas tienen el fuego como herramienta y la capacidad de volar e ir más allá de lo que jamás alguien ha ido. Podemos leer estas características simbólicamente, y descubrir que el aliento de fuego puede ser un discurso poderoso de ideas transformadoras, y la capacidad de volar, el don de elevarse por encima del suelo y acceder a una dimensión superior.

Pero también, el dragón es tan poderoso y vigoroso que puede llevar a un humano sobre su lomo… Y aquí nos detenemos a pensar en la relación entre el dragón y el humano. En otros tiempos, caracterizados por un pensamiento diferente, el mayor mérito del humano ha sido «vencer al dragón»: San Jorge –y tantos héroes antes que él– salieron victoriosos por su virtud y su coraje.

Pero los tiempos que corren hoy son distintos…

Hoy en día, los dragones pueden ser aliados de los humanos: a veces guardan tesoros, a veces lanzan llamaradas, pero el héroe de las historias de hoy no busca acabar con estas prodigiosas criaturas, sino establecer una alianza con ellas, domarlas -y son domados en el proceso. Así, jinete y montura se unen, convirtiéndose en algo más que la suma de las partes.

Hoy, en lugar de «vencer al dragón» y volvernos santos, establecemos con él una alianza, lo domamos y nos domamos, y nos convertimos en auténticos dragones-humanos, con el poder de transformar el mundo a través de nuestras ideas y la capacidad de llegar a lugares maravillosos.

Jaime San Martín Barzi

Un universo de artistas

Muchas veces conversando con las personas que vemos todos los días decimos «ese músico es un artista», o «ese pintor era un verdadero artista», o incluso «aquel escritor no es un artista de verdad». Son, en términos generales, personas que se dedican a un «arte» como categoría de oficio: música, pintura, escritura… pero por algo trazamos esa línea que divide a los Artistas «con A mayúscula» de aquellos que no lo son.

¿Qué es lo que queremos decir? Precisamente, que hay algo que los Artistas hacen y que los demás no: se trata de ese brillo especial que los transforma de meros trabajadores de su oficio en seres especiales, dotados -al parecer- de un aura diferente.

En algunos se ve en forma de pasión, en otros aparece como profundidad, como vuelo o como compromiso… en todos los casos, podemos «separar la paja del trigo» y descubrir que algunas personas son, para nosotros (y después llegarán los debates), «verdaderos Artistas».

No es necesario para ser un Artista realizar una tarea vinculada a la plástica, la música o las letras -o cualquiera de las miles de disciplinas llamadas «artes»-. Para ser un Artista, en términos existenciales, hace falta tomar eso especial que tenemos, esa mirada única, esa perspectiva excepcional, ese don irrepetible, y volcarlo en cada cosa que hacemos, en cada respiración, en cada paso y en cada instante.

Todos somos artistas, manifestando la belleza de la diversidad en el universo, construyendo una totalidad inmensamente rica en experiencias y matices, en ideas y creación.

Hagas lo que hagas, hazlo con el corazón, y estarás descubriendo al artista que hay en ti.

Jaime San Martín Barzi

La perspectiva superior

Desde el momento en que nacemos —hay quienes dicen que incluso desde antes—, nuestros sentidos y nuestra mente comienzan a recopilar información: observamos el entorno y a las personas que nos rodean y vamos respondiendo con esa información a las preguntas que surgen en nuestro interior. Así, vamos construyendo una perspectiva del mundo que con el correr de los años se va reforzando y consolidado. Hemos configurado nuestro inventario mental.

Ese inventario nos ayuda a responder rápidamente la mayoría de las preguntas que surgen en la vida cotidiana, preguntas que tienen que ver con la comprensión del entorno, la identificación rápida de circunstancias, personas, objetos… El inventario es funcional a nuestra vida, es útil.

Pero hay momentos en los que necesitamos suspenderlo, para poder ver las cosas tal como son más allá de nuestras ideas preexistentes; momentos en los que necesitamos expandirlo, para dar lugar a nuevas experiencias, ideas y conocimientos; momentos en que necesitamos redefinirlo, para borrar de él aquellos contenidos que no están alineados con nuestra vida ideal.

Afectar el inventario no es tarea fácil, y por supuesto no alcanza con este breve artículo para explayarse acerca del tema —es recomendable, si quieres avanzar por este camino, que cuentes con acompañamiento adecuado; puedes escribirme y consultarme al respecto—, pero compartiré hoy la que, a mi parecer, es la clave más importante para alcanzar una perspectiva superior.

Existen momentos y circunstancias que nos permiten llevar nuestra mente a través de las fronteras del inventario, para alcanzar nuevas ideas, nuevas perspectivas, una visión más real del mundo, una visión más auténtica de nosotros mismos —y podemos «tomar el comando» de esos momentos. Esos momentos son:

  • Los sueños: la noche nos invita a una serie de espectáculos, a veces muy visuales, en donde vivimos situaciones que rompen las barreras de lo posible y nos llevan por paisajes surrealistas; los sueños son uno de los momentos más propicios para la búsqueda de respuestas y la exploración de las propias posibilidades.
  • Las historias: los libros, las películas, el teatro, las obras de ficción en general nos proponen mundos diferentes al nuestro, en donde debemos «ajustar» lo que consideramos «real» y permitir que entren al inventario (de forma temporal) criaturas de fantasía, hadas, monstruos, seres mitológicos, viajes interplanetarios, magia, robots…
  • La imaginación: así como podemos leer ficción o ver películas o teatro, nuestra mente posee una inmensa capacidad de imaginar. Es un talento que podemos entrenar, y constituye una de las bases para la expansión conciente de nuestro inventario mental.
  • La meditación: los estados de conciencia especial, como el que alcanzamos cuando meditamos, nos ayudan a disminuir la «tensión» con la que nuestra mente sostiene el inventario en la vida cotidiana. Meditar nos ayuda a estar más receptivos a nuevas experiencias, ideas y convicciones, tanto acerca del mundo como de nosotros mismos.
  • La exploración: tanto la investigación intelectual como la exploración concreta de nuevos lugares —y sobre todo esta última— nos brindan nueva información que nuestro inventario deberá incorporar; entrenar esta capacidad, estar siempre aprendiendo algo nuevo o visitando nuevos lugares, viviendo nuevas experiencias, nos ayuda a no «oxidarnos». El «sedentarismo mental» es el peor enemigo de la búsqueda de una perspectiva superior.

Espero que esta lectura haya estimulado tus ideas, y te estés preguntando «¿qué puedo hacer hoy para no ser un prisionero de mi inventario mental?». La búsqueda de una perspectiva superior es un paso muy importante en el camino hacia la manifestación plena del ser que somos, de los talentos y dones que cada ser tiene en sí, y hacia una vida más plena y conectada con la Totalidad.

Puedes dejar tus comentarios acerca de este tema y con gusto te responderé a la brevedad.

Jaime San Martín Barzi

 

El mensaje interior

Todas las personas tenemos en nuestro interior una voz que aparece en los momentos más cruciales de la vida, y nos habla, a veces en susurros, a veces con gran claridad, y nos dice grandes verdades como «esto está bien», «deseo lograr esta meta», «esta persona es a quien quiero a mi lado», «qué feliz que soy en este momento y lugar», y también «este sitio no me agrada», «estas personas me están haciendo mal: debo alejarme», «debo cambiar ahora mismo mi rumbo»…

Esa voz es lo que los antiguos llamaron «el Maestro Interno». Es la voz de nuestra conciencia, la que sabe más que nuestras fluctuantes emociones, la que afirma atravesando los enredos del parásito mental, la que nos guía hacia la siguiente instancia de nuestra evolución personal: la voz del alma.

Sabemos que es esa voz la que nos guía, cuando una certeza súbita llega a nosotros, sin ninguna lógica, sin «razones», simplemente «sabemos».

Hace falta un gran coraje para escuchar esa voz y prestar atención, y aún más para hacerle caso, para seguir su consejo y atreverse a ir (muchas veces) «contra la corriente» del pensamiento aceptado, de las normas culturales y de las reglas del juego social.

Pero si recordamos que esa voz de la conciencia, esa voz del alma, es la manifestación de lo más sagrado que hay en nosotros, de aquello que nos vincula y nos hace uno con la Totalidad Consciente, entonces tendremos más argumentos que nos inclinen a escuchar.

En la voz interior, está la voz del Universo sagrado.

Jaime San Martín Barzi


Podemos asistirte en el camino. Si deseas contar con claves para el descubrimiento de tu misión, acompañamiento en la realización de tus proyectos, o entrenamiento para una vida más consciente, escríbenos y te informaremos acerca de los servicios que tenemos a tu disposición: jaimebarzi.ten@gmail.com

Un momento de Purificación

La vida urbana actual nos tiene permanentemente inmersos en un estado de tensión, adrenalina y velocidad. Lo vemos en la tele, en los diarios, en la calle… dormimos muchas veces con más ruido del que nos gustaría, y viajamos en medios de transporte repletos diciéndonos «y bueno, es así».

Y lo que es peor: en ese estado, apenas atinamos alguna que otra vez a preguntarnos «¿dónde entro yo en todo esto?» Porque sabemos que formamos parte de un «ser» mucho mayor que cada uno de nosotros, una conciencia que abarca en primer lugar a nuestra comunidad, y a la humanidad toda, al planeta Tierra y al Cosmos, la Totalidad.

Purificación implica reconectar con ese «ser» más extenso del cual formamos parte, esa conciencia que es la «Totalidad», el «Gran Espíritu», «Dios» o como elijamos llamarle. Purificación es restaurar el fluir energético interior y volver a estar en armónica conexión con la Naturaleza, atravesar las barreras que el sedentarismo espiritual nos va imponiendo, para volver a estar en contacto con el ser auténtico que somos y que resuena con el Cosmos.

Brindarnos un momento de purificación es imprescindible para seguir adelante en nuestro camino de evolución personal, el camino que nos lleva a ser felices mientras hacemos una contribución al mundo en que vivimos.

Jaime San Martín Barzi

¿Qué es el «Calendario Maya»?

Los Mayas fueron un pueblo que vivió en el actual territorio de México y Guatemala. A la llegada de los españoles, en el Siglo XVI, el tiempo de esplendor político, científico y cultural de los Mayas había concluido. Los conquistadores se ocuparon de silenciar lo que quedaba.

Sin embargo, mucha de su sabiduría y cultura sobrevivió en sus antiguos templos, sus sistemas de escritura y numeración, restos arqueológicos y descendientes. En tiempos recientes, numerosos investigadores se han interesado por la herencia que el pueblo Maya legó a la humanidad: un profundo desarrollo astronómico, matemático y una conexión única con el tiempo.

Uno de los investigadores que retomó estos temas fue José Argüelles, quien diseñó un sistema tomando buena parte del enfoque Maya del tiempo y sus conexiones con la vida humana, y traduciéndolo a un lenguaje útil para las personas de su época. El corpus teórico diseñado por José Argüelles y equipo se denomina «sistema del Encantamiento del Sueño” o «Dreamspell», a veces llamado «calendario maya”.

El «calendario maya» del que hablamos hoy es, pues, el resultado de la fusión de los saberes ancestrales del antiguo pueblo Maya con la identidad, búsqueda y conciencia del tiempo presente y porvenir.

Existen tantas versiones de «calendario maya» como personas lo utilizan. Cada uno de los alumnos de Argüelles, y luego los alumnos de estos, refinaron el sistema y lo adaptaron a su propio enfoque de los conceptos Mayas, la búsqueda espiritual de su tiempo y las necesidades de crecimiento interior de su comunidad.

El sistema nos resulta especialmente útil para la búsqueda de la identidad energética de las personas; a través de sus diversas herramientas, nos revela un conocimiento que podemos aplicar en nuestra vida cotidiana, y así mejorar nuestro conocimiento de nosotros mismos y sincronizarnos con los ciclos del tiempo.

A través de diversas herramientas, prácticas creativas, meditaciones y asociaciones, se buscan diversos objetivos: acceder al recuerdo de los patrones energéticos que están grabados en el propio ser, manifestar dones y talentos, afrontar los desafíos que se ha elegido transitar y llevar al máximo el potencial innato; todo esto puede realizarse en grupos de práctica y estudio, siguiendo las pautas de cursos y talleres, o con la asistencia y consejo del instructor en sesiones de trabajo personalizado.

El legado de los sabios del antiguo pueblo Maya está descubriéndose en la conciencia del tiempo que vivimos.

Jaime San Martín Barzi

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Conócete a ti mismo

En la antigua Grecia se acostumbraba, en esos momentos de la vida en que las personas necesitan resolver sus grandes dilemas, la razón de la existencia, los problemas irresolubles, etcétera, a concurrir al hoy famoso Oráculo de Delfos.

Desde el momento en que la persona resolvía dirigirse allí, con una cuestión que no podía resolver, y necesitando -y buscando- la asistencia de ‘los Dioses’ -esas sabias presencias extraterrenas que, en su cultura, tan cerca estaban del mundo humano-, desde ese momento de decisión, comenzaban un viaje singular.

Larguísima era, las más de las veces, la caminata que el buscador emprendía, desde su pueblo hasta el recinto de Delfos. A veces había carros, caballos, mulas o ayudas de alguna forma, pero otra, cuando la condición del viajero era humilde o las circunstancias así lo decretaban, los pies eran los que llevaban hacia destino.

Todas las cosas que sucedían al viajero desde ese momento inicial eran, en sí, una aventura: salir de su cotidiano, recorrer dificultades, distancias, cambiar de paisajes y encontrarse quién sabe con cuántos ladrones, bestias, monstruos o deidades bromistas. Pero seguía adelante el viajero.

Y llegaba, un buen día, a Delfos; y recorría el último tramo (para nada sencillo, pensado de tal forma que incluso los que pudieran tener caballos, carros o asistencia tuvieran ante sí el desafío), y llegaban finalmente al templo.

Luego habría tiempo para los sacerdotes, las preguntas, la paga por el servicio, la Pitonisa canalizando la sabiduría divina… pero lo primero que veían al llegar al templo era una frase, mítica hoy, inscripta para todo quien llegara hasta allí:

Conócete a ti mismo.

El auténtico camino hacia la sabiduría está en el autoconocimiento profundo. Ninguna Pitonisa ni divinidad griega ni sacerdote que pueda decirte tanto como lo que puedes decirte si sabes quién eres.

Jaime San Martín Barzi