Transitando la Onda Encantada del Sol, tomamos la clave que este kin nos sugiere: iluminar. Pero entonces nos preguntamos ¿qué es iluminar?
Iluminar una cosa es poner luz sobre ella. Hablamos de iluminar, por ejemplo, una habitación, y decimos «encender la luz», para poder ver. ¿Ver qué? Cosas que hay allí, y que, sin esa luz, no podíamos ver.
Lo mismo se aplica a nuestro mundo interno: iluminar un área (por poner un ejemplo, nuestros miedos) es poner luz sobre ellos, para poder ver con mayor claridad. Esto abre nuevas posibilidades de comprensión, pero sobre todo de acción, ya que, al ver más, podemos decidir con mayor libertad qué hacer.
Iluminar es llevar luz hacia las áreas oscuras de nuestro ser, de nuestro mundo interno pero también de nuestra vida cotidiana, para poder comprender, para poder trascender, para poder sanar.
¿Hacia dónde dirigir la luz?
En el escenario de un teatro, nuestra atención va allí donde la luz ilumina, y no observamos lo que está en sombras. Los reflectores nos indican dónde mirar (y, por ende, dónde no mirar). ¿Cuáles son los «reflectores» de nuestra vida cotidiana?
Muchas veces, la comodidad, la costumbre, las indicaciones de la televisión o de nuestros vecinos, nos dicen dónde mirar y dónde no, qué es importante y qué es una pérdida de tiempo. Y nosotros seguimos haciéndolo, seguimos poniendo la atención en esas direcciones, repitiendo patrones aprendidos, dejando que –al menos en apariencia– otros decidan por nosotros.
Debemos recuperar el comando sobre hacia dónde llevamos luz en nuestras vidas. Debemos recuperar la conciencia de que siempre somos nosotros los que elegimos, incluso cuando elegimos seguir un consejo, indicación o pauta. Si permitimos que otros nos digan dónde poner la atención (ya sea ese compañero de trabajo o la voz de nuestros padres en nuestra mente), estamos en realidad «decidiendo no decidir». Y decidir es, en términos simples, la mayor atribución de nuestro ser.
Entonces, ¿Sobre qué aspecto de tu vida estás buscando llevar luz?
Jaime San Martín Barzi